Esbozos y rasguños
Nadar en dulce de leche
Todo el partido del Madrid estuvo repleto de nada. Fue un espectáculo escaso de ideas y de ambiciones. Su único momento de inspiración fue un penalti fallado por el rival
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El gran rival del Real Madrid durante toda la eliminatoria no fue el Arsenal, ni el tiempo corriendo en su contra, ni los tres goles de la ida, ni el árbitro, ni Mikel Arteta, ni Odegaard. Fue él mismo, con su propio juego desastrado. ... Un juego espeso y desordenado como un batido de cemento. Un arroz con cosas, tal vez colorido desde fuera, pero al que resulta imposible hincar el diente. Ver jugar al Madrid es nadar en dulce de leche. Es un equipo sin fuste, sin cabeza, sin plan. Adicto a las protestas y a las excusas, como el mal estudiante.
Quedó claro lo que se lleva barruntando desde la jornada 1: en este Madrid no hay espacio para los cuatro de arriba al mismo tiempo. El desequilibrio es evidente. Sin Benzema y sin Kroos el once ha perdido muchísimo sentido común y criterio a la hora de entender los partidos. Es un equipo desnutrido mentalmente. Y la épica no siempre alimenta.
El doble pivote formado por Tchouameni y Valverde se vio demasiado pesado para alzar al Madrid en una noche que requería ligereza y agilidad. Es una estructura a la que le falta aceite en las juntas para funcionar con fluidez, y encima se pierde por el camino la mejor versión del uruguayo, la de volante. No puede estar en la sala de máquinas. Porque él mismo es la máquina.
Todo el partido del Madrid estuvo repleto de nada. Fue un espectáculo escaso de ideas y de ambiciones. Su único momento de inspiración fue un penalti fallado por el rival. Y tuvo que regalar luego un gol el Arsenal para que los blancos pudieran anotar en 180 minutos de eliminatoria con los, teóricamente, mejores atacantes del mundo. Incluso con un Balón de Oro in pectore, verdadera preocupación del equipo durante todo el año.
Queda muy tocado Ancelotti, un gran entrenador que no ha podido lograr la cuadratura del círculo este año. Los buitres sobrevuelan a su alrededor y ya parece imposible que continúe. Este es su peor puesto en Europa tras cinco años con el Madrid llegando a semifinales como mínimo y con tres Copas de Europa conquistadas con tres estrellas distintas. Pero el equipo pide a gritos un cambio en las jerarquías. Y eso pasa por un entrenador que no comulgue con ruedas de molino, una de las principales virtudes del italiano a ojos de la directiva.
El Arsenal con un poco de inspiración y cierta entereza barrió al Madrid sin demasiado esfuerzo. Fue con decisión a derribar un tabique y se lo encontró lleno de carcoma, endeble y quebradizo, e hizo serrín con él. Toca recoger lo que queda ahora para intentar llegar a la Cartuja con la barbilla levantada y cierta autoestima. No será fácil porque las noches europeas te dan y te quitan. Mi amigo Ray Loriga, madridista inquebrantable, dice que el fútbol y escribir una novela se parecen en que son como llenar una bañera: puedes estar horas y días con el grifo abierto que basta una minúscula fuga para que todo se vaya por el desagüe a una velocidad pasmosa y te quedes con cara de idiota. Esta cara de idiota con la que salimos destemplados, y no por el frío, del Bernabéu.
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